sábado, 12 de diciembre de 2009

Lo tropical me sienta bien


Llegar a una de las grandes ciudades brasileras fue una sensación bastante surrealista. Como si la ciudad se me viniera encima con sus edificios de dimensiones gigantescas y las montañas alrededor llenas de casas compitiendo para llegar a la cima con la abundante y verdísima mata atlántica. Tampoco ayudó a apaliar ese clima abrumador el intenso calor, el tráfico de la ciudad y esa manara de hablar particularmente fuerte de la gente alegre y hospitalitaria de la región.
Pasaron los dias, y a pesar de la lluvia que se negó a abandonarme por toda la semana, descubrí una ciudad de calles y avenidas arboladas. Diseñada desde su fundación con un planta de damero y diagonales, se entremezclan moles de cemento con elegantes mansiones eclécticas del 1900, de arquitectos que imaginaban una Europa tropical. El ritmo de vida frenético está muy alejado de la visión romántica de un bucólico paraíso en los trópicos. Como dicen allá, en Belo Horizonte no hay mar, pero sí bar. Así que más que nada me dediqué a recorrer el centro histórico, disfrutar la increíble comida y el buen ambiente de sus bares y restaurantes, donde familias, parejas o amigos pasan horas charlando y comiendo unas picaditas.
Antes de irme, recorrí un pueblo colonial excelentemente conservado, desde donde en la época colonial se extraían toneladas de metales preciosos para mandar directamente a Portugal. Los ciudadanos más ricos construían iglesias fastuosas y extravagantemente barrocas en los lugares altos, como símbolo de su influencia y poder.
Descubrí que lo tropical me sienta bien. Y mucho mejor con una excelente compañía. Con un poquito de esfuerzo hasta podría aceptar una propuesta de vivir en ese país en un futuro. Pero en el fondo todavía sigo acostumbrado a climas más templados. La buena noticia, parece que el período de deshielo de un largo invierno antártico terminó: creo que soy tan impredecible como las consecuencias del cambio climatico global.

Cuestion de Elecciones


¿Vieron cuando llega el momento en que se dan cuenta que de haber podido elegir, no habrían elegido nacer en ninguna otra ciudad, ni hubieran elegido otra familia, ni amigos diferentes?
Es un lindo momento, digo.