martes, 26 de enero de 2010

UNA REINA A LA DISTANCIA


En este caso no me refiero a la distancia física que me separa momentáneamente del país, sino lo que quizá dentro de varios años, cuando recuerde el período de Cristina Fernandez de Kirchner, me pueda llegar a acordar de ella y de su gobierno.
Sin duda la voy a recordar como un personaje político de lo más interesante de la porción de historia nacional que me tocó vivir. La primera impresión la tuve cuando en su campaña, los fervientes militantes de la juventud K le gritaban “se siente, se siente, Cristina Presidente”. Súbitamente, con un dramatismo y seriedad de hielo se la escuchó interrumpir “TA. Presiden-TA ACOSTUMBRENSE TODOS”. “Uff” pensé, intuyendo que su estilo horrorizaría a esos sectores que quieren ver la humildad y el recato en sus líderes de los que son deprivados en el trato cotidiano. Desde sus primeros discursos, encontré fascinante su forma de hablar, de tratar de quedar como inteligente y locuaz, aunque mucha veces en sus maratónicos y enredados mensajes uno no alcanzaba a descifrar del todo el concepto de lo que quería decir, pero siempre se la veía esforzadamente impecable y canchera, aunque dijera cualquier barbaridad.
Ver notas de CQC a la presidenta me daban verguenza ajena: me daba un poco de pudor ver a una señora de casi 60 años jugando a seducir a muchachos con la mitad de su edad, y mucho más en television nacional, y encima siendo la presidenta de la república. Su relación con la prensa fue contradictoria, como casi todo en la gestión kirchnerista, seducir a unos con fondos públicos, atacar a enemigos con leyes antimonopólicas.
Seguro voy a recordar que le importó un comino lo que pensaba la “gente” o la opinión pública, por lo menos a partir del conflicto del campo. Con mas del 70% del país en contra logró sacar medidas impensadas, y que ningún otro presidente se hubiera animado a proponer en tal adversa situación: nacionalización de las AFJP, ley de medios, nacionalización de Aerolíneas, subsidio a los hijos de desempleados y empeados en negro. Muchas de esas medidas contaban con un consenso social amplio apenas terminada la crisis 2001(incluso entre muchos de los que votaron en contra), y sin embargo, con su marido no se animaron a plantearlas cuando más de dos tercios de los argentinos veían al patagónico como el salvador y vengador de la patria. Parece que a ella se le mandó hacer el trabajo “sucio”. Como leí una vez estudiando sociología, la clase media se va para la izquierda sólo en momentos de fractura económica y social profunda, una vez restablecido cierto orden, vuelve en su mayoría a la comodidad del status quo y es cada vez mas reticente a los cambios drásticos. Agravado si esos cambios vienen por decretos de necesidad y urgencia, sin pasar antes por el Congreso, aunque sean el único atizbo no muy prolijo o constitucional, de liderazgo. Sin importarle quedar como una zorra autoritaria y déspota, pareciendo inclujso disfrutar de ser cada vez más odiada.
Voy a darme cuenta, que era inútil pedirle calidad insitucional, buenos modales, consenso y honestidad a un matrimonio de astutos y ambiciosos abogados que aumentaron su fortuna exponencialmente desde su mudanza a Santa Cruz al final de la década de los 70. Y para los cuales se nota que el poder político no se concibe sin un poder económico que lo respalde: empresarios amigos, nacionalizaciones forzadas, cambios en las reglas de juego, manipulación de la información oficial. Para peor, en medio de un sistema político atomizado y frágil signado por un elevado nivel de conflictividad, incluso en términos latinoamericanos actuales. Porque a pesar de todo, los K estaban solos. Siempre lo estuvieron, y por eso exacerbaron su política de confrontación y alianza con sectores controversiales.
Seguro en el futuro me quedaré con la duda de si su compromiso con los juicios a los represores de la dictadura militar era solo una estrategia “marketinera” para venderse como progres y diferenciarse así del neoliberal régimen menemista. O si su vocación latinoamericanista, fue mas por descarte que por verdadero compromiso, al ser Argentina vista como insignificante para los países centrales.
Pero hay algo que no voy a poder negar de ella: que excavando en las brechas de un país dividido y metiendo siempre el dedo en la llaga, despertó un sentimiento de toma de conciencia en gran parte de la población. La polarización ”campo-gobierno”, “peronismo-anitperonismo”, ”zurdo-facho” se hizó más fuerte que nunca, obligándonos a tomar posiciones y a pensar por enésima vez en qué tipo de país queremos vivir. Tal vez los gobiernos que la sucedieron, lograron también tomar posiciones coherentes, aprovecharon lo mucho o poco positivo de sus medidas, y comenzaron a proyectar un plan a largo plazo de una nación con mayor calidad en el desarrollo económico y social, con mayor educación, libertad y justicia.
Capaz ése va a ser el legado que más voy a valorar de los años 2008-2011.
A la distancia, va a ser la historia la que juzgue y la realidad la que de el veredicto si valió la pena tener a principios del siglo 21 una reina sin corona.