domingo, 30 de mayo de 2010

Un sueño argentino


Doscientos años de pensarnos como pueblo. Dos siglos de sueños y promesas incumplidas, bonanzas y crisis, luces y sombras. Los festejos fueron un reflejo perfecto de un pueblo que disfruta de su cultura, se acuerda de su historia y valora al aporte de sus provincias y su vecindario sudamericano. Un pueblo seguramente mucho más grande y noble que su clase dirigente. Un país soñado por sacrificados burgueses idealistas, construido por egoístas y pretenciosas elites eurocéntricas, y también por la fuerza de los movimientos populares que de la mano del anarquismo, el socialismo, el radicalismo y el peronismo lograron torcer décadas de injusticias y explotaciones.
Hay muchos motivos para festejar. Nos caímos dramáticamente decenas de veces, mandamos a morir en guerras o expulsamos a tierras lejanas a miles de jóvenes, desaparecimos sueños y vidas. Pero de esas dolorosas experiencias surgió un pueblo mayoritariamente democrático, solidario y que valora las cosas simples de la vida. Gente que está cada vez más conciente de que la solución para nuestros problemas comunes tiene que venir de nosotros mismos.
El Bicentenario me demostró que hay motivos para creer que tenemos un futuro de mayor prosperidad, inclusión social y tolerancia mutua, el mismo futuro que veo para nuestros pueblos hermanos latinoamericanos. Los millones de personas en la calle y la calidad de los espectáculos artísticos demostraron lo mejor de nuestra cultura. Somos un pueblo diverso y contradictorio, pero que estamos empezando a mirar más hacia nuestro rico interior, aprendiendo a valorarnos más y a saber dar las gracias. Gracias Argentina, por todo lo que representás para mí.

domingo, 9 de mayo de 2010

POR QUÉ SE NECESITAN MENOS PREJUICIOS Y MÁS DERECHOS, Y EL ROL DEL ESTADO EN TODO ESTO

Yo creo en un Estado que intervenga para crear una sociedad con menos prejuicios, para que en algún momento aquéllos que son atacados y denigrados por no corresponder a una idea de "normalidad" dejen de serlo. O sea, hablo de los que desde el sentido común llamamos los putos, los gordos, los pobres, los feos, los travas, las tortas, los indios, los negros, los discapacitados, y demás miembros de una larga lista. Es importante que las personas con responsabilidad o gran capacidad de influencia en un grupo social como la clase dirigente, la comunidad educativa, los medios de comunicación o los médicos, entre otros, empiecen a tener en cuenta las diferencias que hay entre las personas, y las diversas dimensiones de la realidad que existen en una sociedad.
La idea de “normalidad” que puede confundirse con un dato estadístico o una idea de mayoría, ha sido apropiada por un discurso con una fuerte carga ideológica, y que es funcional a los factores de poder para mantener un “status quo”. Como se dice generalmente, la historia la escriben los ganadores, y ellos han logrado imponer derechos y obligaciones de acuerdo a sus criterios etnocéntricos, de superioridad racial y de género en las bases fundacionales de los estados-naciones. Y muchos prejuicios quedaron fosilizados en los diferentes códigos civiles, leyes y ordenanzas.
El estado es una construcción social, un invento de los hombres para crear un cierto orden, ejercer poder, da un marco regulatorio coherente y práctico a las actividades que se generan en los grupos sociales. Y cómo es un invento, y no algo natural, me parece correcto reclamar a los representantes que manejan la cosa pública que se den derechos a quienes no los tienen. Que el Estado recobre su acción trasnformadora y llegue hasta donde ahora no llega, o llega deficitariamente. Que se iguale para arriba y se le de dignidad e igualdad ante la ley a quien siempre estuvo sometido o con sus oportunidades o libertades restringidas.
Por eso estoy de acuerdo con una ley de matrimonio homosexual para igualar derechos a los diversos tipos de familia. O con una ley de obesidad para que puedan recibir tratamiento todos los que sufren esta enfermedad. O con una ley que combata la trata de blancas. O con una ley de medios que permita oir y analizar más voces, no sólo las rentables de acuerdo a la lógica del mercado o a las monopólicas. Estoy a favor de que el Estado subsidie a las familias de menores recursos con una transferencia de dinero directa para garantizar la educación y la atención sanitaria de millones de niños. Leyes para urbanizar los asentamientos y villas e instalar agua potable, cloacas y calles donde no hay. Todas estas leyes me parecen que avanzan en la dirección de apostar por el futuro, poniendo derechos donde no los hay.
En definitiva, es una cuestión de traer dignidad a todos a los que les ha sido denegada por años, e incluso por generaciones. Para que donde haya prejuicios, marginación y denigración, surjan sujetos plenos de derechos, con capacidad para desarrollarse dignamente como personas. No es pretender suprimir las diferencias, o el discurso vació de "está mal discriminar". Es reconocer lo diferente, admitirlo y celebrarlo. Pero que esa diferencia no signifique ser menos ante la ley y ante los demás. Creo que todos nos merecemos esto, por más lejos de la “normalidad” el discurso dominante nos quiera considerar.