lunes, 9 de septiembre de 2019

Calor y Cosas Lindas

Todavía siento una sensación de agobio cuando recuerdo el sol abrasador y el aire caliente y pegajoso de Río de Janeiro. Creo que se le dice la ciudad maravillosa, y es posible que se queden cortos. Es verdad que hay que andar con mucho cuidado. ¿Pero en qué otro lugar es posible recorrer una gran urbe construida entre montañas selváticas, lagunas tranquilas y un mar azul verdoso? ¿Hay algún otro sitio donde se supere esa proporción de belleza paisajística y humana por metro cuadrado de las playas de Ipanema, Barra da Tijuca o Copacabana? Hasta ahora no conocí.

A lo largo de las diferentes visitas vi la lenta transformación de los distritos decadentes y aterradores del centro histórico en barrios cada vez más coloridos, nutridos con nueva vida y con música. Porque la música, al igual que la alegría, siempre está presente en gran parte de esta ciudad, no por nada es tan famoso su carnaval. Hasta la gente cuando habla fuerte en su acento carioca suena a samba y a fiesta. Y cuando van a la playa tienen un ritual fabuloso: aplauden cada vez que baja el sol durante el atardecer. Es evidente que hay que agradecer al astro por ser el iluminador de semejante puesta en escena.

Cada vez que fui pospuse subir hasta el Cristo Redentor hasta un siguiente viaje, como una excusa que me obligue a regresar. Y ahora que el invierno frío de Buenos Aires se encapricha en no irse más, me están volviendo estos recuerdos. Igual que las ganas de volver a ahogarme en ese aire caliente, saturado de humedad y cosas lindas.


viernes, 6 de septiembre de 2019

Viviendo en el futuro (escrito en 2016)


En el futuro ya no es tan importante saludarse todos los días, ni hablar de cosas demasiado personales. No hay policías en la calle, sino cámaras de vigilancia en todos los rincones, hasta en los techos de los trenes. La amenaza de hackeos informáticos es tan cotidiana que la gente tapa constantemente las webcams de sus aparatos. Cualquier parada de colectivo en el barrio más remoto tiene un cartel indicando exactamente a qué hora llega el próximo, y te avisa si está retrasado. En el futuro las bicicletas tienen prioridad, incluso ante los peatones. La gente en un cumpleaños pone música electrónica bien densa, y puede bailarla sin parar por horas y sin tomar ninguna sustancia. Los estudiantes son máquinas avanzadas de hacer resúmenes y diapositivas eficientemente, y pueden resumir textos larguísimos en cuestión de minutos. Ya van tres meses viviendo en el futuro. Digo, en Mainz (Alemania).


Barcelona, amor a primera vista

Alcancé de casualidad a ver los últimos minutos de la final de la Champion Leagues. Y al ver las banderas de Cataluña en el festejo del Barça me acordé de esa increíble ciudad, que fue mi favorita entre varias que conocí. Fue en febrero de 2013 cuando la recorrí por primera vez (y claro que no sería la última). Entré a la parte histórica del área central arriba del micro que venía del aeropuerto. Todo se veía incluso mejor que en las fotos: filas de edificios de principios de 1900 decoraban las veredas anchas, limpias y arboladas con plátanos. Me hacían acordar a la Avenida de Mayo, una de mis preferidas de Buenos Aires, pero como si estuviese repetida cientos de veces en todas las direcciones. 

Tenía solo tres días para conocer la ciudad, y la verdad que creo que solo pude ver un 10%. Pensé que lo que más me iba a impactar serían las monumentales obras modernistas de Gaudi. Pero en realidad me llamó mucho más la atención el barrio gótico, un laberinto de estilo medieval surtido con una mezcla de negocios y cantinas, tanto hiper-modernas como tradicionales. Comprar un desodorante en una de estas farmacias antiguas casi terminó en fracaso, la vendedora solo quería comunicarse con nosotros en catalán.  

En algunos barrios prácticamente la mitad de los departamentos tenían a la bandera catalana colgando de sus balcones. Las bandas intercaladas amarillas y rojas como señal de soberanía y de identidad propia. "Y cómo no darles la razón" pensaba yo bajo el hechizo de ese lugar.

domingo, 22 de junio de 2014

Un suspiro limeño

Llegué al aeropuerto de Lima acompañado de una amiga. De repente me acordé de todas las anécdotas de Teodosia, la señora que cuidaba a mi abuela durante mis primera adolescencia. Mientras cocinaba sus papas rellenas, lomos salteados o salchipapas me contaba sobre la belleza de barrios como San Isidro y Miraflores, lo peligroso que eran los pueblos jóvenes, lo poco seguido que se veía el sol.

El aeropuerto se veía modernísimo, pero sus colores pasteles y los "free-shop" que vendían muñequitos de cholitos y cholitas con sus sombreros chullos le daban una clara impronta andina. Varios amigos que habíamos conocido trabajando en Estados Unidos nos recibieron con una inmensa sonrisa en sus rostros. Estaban felices de vernos llegar. Nosotros estábamos más felices de volverlos a ver y de visitar su país.

Por unos temas laborales, mi estadía planeada de una semana se convirtió solamente en unos insuficientes dos días. Mi primer plan fue conocer el centro histórico, con sus iglesias y palacios que tantas veces tuve que repasar para el final de arte hispanoamericano. Grande fue mi sorpresa al ver todos los edificios coloniales y barrocos en perfecto estado de mantenimiento y a la plaza mayor impecable, como un fiel reflejo de ese viejo Virreinato extremadamente rico e influyente. Pasé por callecitas repletas de comercios y de restaurantes chinos, hasta tomar el colectivo que me llevó de vuelta al próspero Miraflores, donde me estaba alojando.

"La playa de Lima es peligrosísima, siempre sacan a varios ahogados por día" exageraba Zoraida, la hija de Teodosia cuando me contaba hace años sobre su Lima natal. Lo tenía que ver con mis propios ojos, y allí fui cruzando puentes y bajando escaleras hasta la base de los empinados acantilados del litoral marítimo. La playa era un colchón infinito de cantos rodados de color gris, en el mar limpio y azul se veían surfers diseminados entre la bruma, y a lo lejos un muelle metido varios metros en el mar alojaba al restaurant más conocido de la capital. Al sol todavía no le interesaba mostrarse.

Faltaban solo unas horas para tomar el vuelo de vuelta a Buenos Aires y nuestros amigos nos convencieron de conocer Barranco, el barrio más bohemio y pintoresco situado a unos kilómetros más al sur. Entre casonas antiguas y cafés tradicionales sacamos mis últimas fotos de un atardecer en el Pacífico. Por suerte, aunque duró lo que un suspiro pude estar allí. Por suerte, en ese atardecer el sol se dejó ver.

martes, 20 de noviembre de 2012

Mi opinion sobre este movidito 2012.

Nestor Kirchner llego a la presidencia con solo el 22%. Supo acumular poder aliado al oscuro aparato del Peronismo bonaerense (Duhalde), a Moyano, al Grupo Clarín, a un ala del radicalismo, y a los organismos de Derechos Humanos. 2005, Cristina vs Chiche. Divorcio en el conurbano: Chau Duhalde. En 2007, CFK es presidenta con el 45%. 2008 y crisis del Campo con nuevos divorcios: el radicalismo K (Cobos y su voto no positivo) y el grupo Clarín, con el cual todavía se dirime judicialmente la repartición de bienes. Llega 2011 y el 54%. "Se le debe algo a alguien????" Chau Moyano. Nuevo divorcio, para buscar nuevas parejas unidas y organizadas. Los hijos mientras tanto sufren las peleas, los gritos, las amenazas, los juicios son largos y angustiantes. Los padres quieren que se pongan de su lado. "Tu mama es una bruja, una loca, una yegua". "Tu papa es un ladrón, un violento, un sinvergüenza". A lo mejor, lo mas sano para la familia es que se separe lo que nunca debió estar junto...Eso si, que nadie diga ahora que no sabia con quien se estaba casando.

viernes, 17 de agosto de 2012

Colombia (o Brasil en Castellano)

            Mis amigos colombianos me van a odiar cuando lean que una de las primeras impresiones que tuve de su país fue: "Es como Brasil, pero en castellano". Para ser más específico, esto me vino a la mente cuando llegué a Medellín. La exuberante vegetación que trepa por los cerros que la rodean, el clima tropical, la alegría de la gente, los colores de las ropas, y sobre todo las mujeres curvilíneas caminando con tacos altos, me remitieron inmediatamente a ciertas imágenes mentales que guardo de Belo Horizonte o Río de Janeiro. En cambio Bogotá, como buena metáfora de la rivalidad entre "paisas" y "rolos", es completamente diferente: más fría, nublada, seria, ocupada, histórica. Me impresionaron las zonas G y T, con lujosos locales comerciales que hacen ver a Palermo Soho como un mercado de barrio. El hermoso laberinto de La Candelaria lleno de centenarias casas bajas y pintorescos restaurantes me hizo lamentar tener que irme tan rápido.

             Me fui triste de Bogotá en ese autobús nocturno con dirección al oeste, que atraviesa los gigantescos Andes y las que se sintieron como mil curvas. Medellín me tomó por sorpresa, como una avalancha de colores, árboles, calor, gente circulando. Y por las noches otra avalancha de jóvenes yendo de bar en bar en el Poblado o la 33. Más al norte sobre la costa, Cartagena de Indias fue como un viaje en el tiempo por el poderoso Reino Español de Ultramar, donde se ven fuertes, murallas, castillos y mansiones de estilo andaluz dignas de virreyes, condes y duques. Todo perfectamente restaurado y pintado con alegres colores pasteles, armonizando con las variedades de verdes, celestes y turquesas de sus aguas caribeñas.

              Lo que dicen de Colombia es casi todo verdad. Es todavía un lugar donde la gente se pone contenta de que lleguen viajeros, las sonrisas cálidas son genuinas cuando se enteran que decidiste pasear por su diversa nación. Sí, pude experimentar la legendaria amabilidad y buena onda de los colombianos. Tengo que agradecer a tantos conocidos que allá me hicieron sentir como amigo de toda la vida y me ayudaron a conocer más su historia y cultura. Es verdad que la guerrilla ya no es un problema tan grande como antes. Además, es cierto que muchos extranjeros se quieren quedar a vivir, como dice la publicidad que pasan en CNN. En realidad, la única mentira sobre Colombia es que sea una copia de Brasil, en castellano.

jueves, 2 de junio de 2011

Pregunta




Un amigo preguntó qué es la felicidad. Y yo pensé. Y creo que la felicidad no es una meta final, ni el resultado de llevar una vida de determinada manera, ni lo que logramos cuando hacemos las cosas que nos hacen "felices". Para mí la felicidad es un estado mental, cotidiano, que tenemos cuando trascendemos con nuestra cabecita las culpas, la maldad, el pasado...y estamos contentos de ser nosotros mismos.