viernes, 6 de septiembre de 2019

Barcelona, amor a primera vista

Alcancé de casualidad a ver los últimos minutos de la final de la Champion Leagues. Y al ver las banderas de Cataluña en el festejo del Barça me acordé de esa increíble ciudad, que fue mi favorita entre varias que conocí. Fue en febrero de 2013 cuando la recorrí por primera vez (y claro que no sería la última). Entré a la parte histórica del área central arriba del micro que venía del aeropuerto. Todo se veía incluso mejor que en las fotos: filas de edificios de principios de 1900 decoraban las veredas anchas, limpias y arboladas con plátanos. Me hacían acordar a la Avenida de Mayo, una de mis preferidas de Buenos Aires, pero como si estuviese repetida cientos de veces en todas las direcciones. 

Tenía solo tres días para conocer la ciudad, y la verdad que creo que solo pude ver un 10%. Pensé que lo que más me iba a impactar serían las monumentales obras modernistas de Gaudi. Pero en realidad me llamó mucho más la atención el barrio gótico, un laberinto de estilo medieval surtido con una mezcla de negocios y cantinas, tanto hiper-modernas como tradicionales. Comprar un desodorante en una de estas farmacias antiguas casi terminó en fracaso, la vendedora solo quería comunicarse con nosotros en catalán.  

En algunos barrios prácticamente la mitad de los departamentos tenían a la bandera catalana colgando de sus balcones. Las bandas intercaladas amarillas y rojas como señal de soberanía y de identidad propia. "Y cómo no darles la razón" pensaba yo bajo el hechizo de ese lugar.

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