martes, 2 de marzo de 2010

LATINOAMERICAS



Pertenezco a una generación que, a medida que entramos a la vida adulta, vimos que en la mayoría de nuestros países se comenzó a quebrar la tendencia de movilidad social descendente de las últimas décadas. Es mucho más probable que hoy un porcentaje mayor de latinoamericanos logren vivir mejor que sus padres en el transcurso de sus vidas, ayudados por la recuperación global de los precios de nuestras exportaciones, la consolidación de nuestras democracias (con altibajos, claro) y el crecimiento generalizado en la producción de bienes y servicios que crearon nuevas fuentes de trabajo. Fuimos testigos del boom turístico que sigue aumentando, atraídos por nuestras culturas cálidas y "exóticas", nuestros paisajes que dejan la boca abierta y las favorables tasas de cambio. Con un sentido de orgullo renovado coincidimos con los viajeros: América Latina realmente sí es única, y por sobre todo hermosa.
Este crecimiento económico y social impactó de manera diferente en cada uno de nuestros estados: algunos profundizaron su apuesta hacia el modelo de libre mercado estable a cualquier precio importado de los países centrales, otros se volcaron hacia un proteccionismo mayor para favorecer el mercado interno, y otros plantearon modelos eclécticos de rasgos algo autoritarios y estatistas.
Estas diferencias entre gobiernos, las podemos hallar también en el interior de nuestras sociedades, que al ritmo de la mejora en los ingresos de millones de familias pobres, también se incrementaron el patrimonio y la capacidad de consumo de los sectores mas favorecidos de la pirámide, profundizando la desigualdad. Quizás por eso los niveles de violencia no parecen bajar, y se congelan como en una foto, el crímen organizado, el narcotráfico, la compra y venta mafiosa de cosas robadas o el tráfico de mujeres. O la corrupción, especialmente enquistada en varias de las fuerzas que debieran proteger y prevenir el delito, o mismo en las dirigencias que nos representan, que en muchos casos se quedan con un pedazo de esa torta.
Yo quiero un subcontinente que pueda garantizarnos una mejor calidad de vida para todos sus habitantes, y que respete nuestros estilos de vida particulares, con comunidades aborígenes que aun resisten, con una disitinta actitud hacia el trabajo, hacia los afectos y hacia el medio ambiente, originadas seguramente en esta fascinante mezcla de culturas que lleva mucho más que 500 años. Quiero un continente con respeto mutuo: hoy en día aún es común que un argentino se ofenda si lo confunden con un chileno, un chileno si es con un peruano, a un peruano con un boliviano. Creo que a los bolivianos les tocó la peor parte en este revival del sistema de castas heredado de los españoles. Como si tener menos desarrollo material, o ser de un tono de piel más oscuro, equivale a ser literalmente una paria sin valor ni nada que dar al mundo.
No es un continente donde me pueda imaginar una vida tranquila y monótona, sino llena de cambios y sobresaltos, donde siempre hay que estar alerta, porque las cosas pueden cambiar de un día para otro, y nadie puede regalarte nada, y donde no se le permite a casi nadie vivir en una burbuja. La realidad siempre la tenemos ante nuestros ojos, y casi siempre es dura. Todo se consigue con un tremendo esfuerzo, luchando por cada uno de nuestros logros. Luchar, remar, darle para adelante, usando nuestra inteligencia y buscando una red sólida de contactos. No hay otra receta para conseguir lo que queremos, no importa el lugar donde estemos.
Y por eso soy optimista. Porque nuestro atraso relativo, nos permite elegir un camino distinto y no copiar al pie de la letra los modelos extranjeros supuestamente exitosos. Soy optimista, porque sobre luchas sabemos, y estamos acostumbrados: la mayor parte de la gente que conozco (o sus padres) se la pasaron remando contra la corriente. Pero ahora yo puedo ver los frutos de tanto esfuerzo. Y decido que quiero estar y disfrutar ser del lugar donde nacieron y murieron muchos de mis antepasados, o el lugar que mi abuela y mis bisabuelos eligieron para tener una vida mejor. Estoy contento de saber que no se equivocaron, que yo les doy la razón.
Hay muchas Latinoaméricas, cada uno vive una experiencia distinta en base a su historia familiar y sus motivaciones individuales. Para mí, es la parte del mundo donde quiero desarrollar mi vida y mis proyectos, porque no me imagino viejo en ningún otro lugar.

Sobre la lucha típica de tantas familias en distintos países latinoamericanos, pongo este link de una escena de la obra "Made in Lanús", en este caso como parte de la película "Made in Argentina". Pero me imagino que puede pasar en cualquier barrio de México, Colombia, Uruguay, Brasil, etc.

http://www.youtube.com/watch?v=o8bSjOcXsiE

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