miércoles, 1 de junio de 2011

Memorias de un puerto chileno


Llegar a Valparaíso fue para mí como emerger de una máquina de tiempo. El hostel donde debía quedarme quedaba sobre el Cerro Alegre, que le hace honor a su nombre con tanta profusión rimbombante de casonas mutilcolores de madera y cinc que trepan por la ladera. Con mi pesada mochila sin querer elegí subir por el camino más largo de ese laberinto que dice ser ciudad, construido a principios del siglo veinte. Época de una economía pujante exportadora de minerales que inflaba los bolsillos de las tradicionales familias castellano-vascas, de los comerciantes ingleses y los industriosos alemanes. Me imaginaba en ese trayecto a los jovencitos trabajadores chilenos llegados del campo para trabajar en el puerto junto a otro montón de italianos, amontonados en piezas húmedas y oscuras de pisos de madera crujientes. Sus espíritus todavía se pueden percibir por los zigzagueantes callejones, centenarios ascensores y escaleras infinitas.

Valparaíso es una ciudad de viejos barcitos históricos y otros sumamente posmodernos, que contrastan inevitablamente con los palacios decadentes y en ruinas que los alojan. Jóvenes punk, estudiantes hippones, muchos artistas y gente trabajadora circulan por las callecitas con especial orgullo porteño. Caminando por el mercado de una calle del centro con un nuevo amigo mexicano, buscando palta y fiambre para unas poco chilenas "tortas de jamón como las del Chavo", por un momento me dejé llevar. Creí estar en un universo paralelo, donde Allende logró terminar su mandato y fue despedido por multitudes en lágrimas en su funeral unos años atrás. Los chilenos siguieron yendo a las ferias de barrio inundadas por olor a sopaipilla a comprar los peces, mariscos, frutas y verduras. Un Víctor Jara ya viejito tocaba en un teatro del centro.

Valparaíso, a simple vista, parece el ultimo bastión urbano del Chile viejo, anterior a tanta modernidad y desarrollo consumista. Como si el tiempo no hubiera pasado, y tantas heridas no se hubieran producido.

Cosas que me encantan


Me encanta despertarme y saber que puedo dormir hasta la hora que se me antoje.

Me encanta la nieve mil veces más que el mar.

Me encanta cuando los pasajeros hacen chistes cuando hablamos.

Me encanta la cuadra donde vivo, limpia y con árboles.

Me encanta visitar amigos que viven lejos.

Me encanta reirme de mi y de mis amigos, solo o con mis amigos.

Me encanta pasar tiempo con mi familia.

Me encantan esos dos o tres días en el invierno que la temperatura llega a cero grados.

Me encanta leer el diario los domingos a la tarde.

Me encanta estar arriba de un micro o un avión muchas horas, pensando.

Me encantan las ciudades que conservan su patrimonio histórico.

Me encanta la historia, la política, la geografía y aprender otros idiomas.

Me encanta comer las cosas que engordan, especialmente comer afuera.

Me encanta Wikipedia.

Me encanta cuando tengo mucha química con alguien.

Me encanta que me digan "te extraño".

Me encanta escribir las pocas veces que me dan ganas.

domingo, 11 de julio de 2010

España con mis ojos



Hoy con mi papá y mi hermano festejamos el triunfo de la selección española, como si fueramos tres "gallegos" más. Celebramos por mi abuela, que en plena oscuridad franquista se marchó de un empobrecido pueblito y se subió a un barco en el puerto de Vigo. Buenos Aires la recibió en plenos festejos del año nuevo de 1954. Volvió varias veces a su Coruña querida, donde orgullosa les contaba a todos sus parientes de los logros de sus hijos en su tierra adoptiva. De regreso siempre había regalos para todos sus nietos, y muñequitas vestidas como galleguitas que adornaban nuestras casas. Y otra vez podía disfrutar en "a casa da miña avoa" de sus sopas riquísimas, lo que más recuerdo de ella, al igual que su risa contagiosa.
Mi mamá no sabe quienes serían sus ancestros españoles que en la época colonial tuvieron hijos vaya a saber con cuál india, chinita o mulata en Entre Ríos y Uruguay. Tal vez haya nacido en Andalucía o en Castilla La Vieja, el Zamora del que mi mamá heredó su apellido.
Gracias a las preferencias musicales de mis viejos pude disfrutar en mi niñez de las baladas de Camilo Sesto y Nino Bravo, y ya de más grande, el talento de Ana Belén, Victor Manuel y Serrat que cantaban en una España nueva, que tomaba a la democracia y la libertad otra vez como bandera.
Para mí España es la "camisa blanca de mi esperanza", el "Mediterráneo" del catalán, "Asturias" del asturiano y "Galicia cada dia mais linda" de los Pimpinela.
Tambien es la calidez de los españoles que me tocó conocer en la vida, en su inmensa mayoría gente amigable, respetuosa y divertida, con una familiaridad que si no nos hace sentir hermanos, por lo menos nos sentimos primos.
Hoy Holanda les jugó sucio y a los golpes, y los jugadores contestaron con más garra y fuerza. En estos tiempos económicos difíciles, deseo también que no caigan en el juego de las grandes corporaciones globales que obligan a ajustar siempre a los trabajadores y nunca a los verdaderos responsables de las crisis.
Sin estas historias de emigración y exilio, sin estos recuerdos y estos artistas, yo no sería el mismo. Y sin España, mi país tampoco.
"Nos haces siempre a tu imagen y semejanza
lo bueno y malo que hay en tu estampa
de peregrina a ningún lugar".

http://www.youtube.com/watch?v=PWvjSO6zbF4

martes, 1 de junio de 2010

La pregunta del siglo 21

Aunque todavía falten políticas estratégicas para muchos de los problemas que tenemos, estoy de acuerdo que el país cambió para bien especialmente en algo, que desde mi punto de vista, es alentador. La política otra vez empezó a ocupar un lugar central, y hay cada vez más temas en debate. Muchas veces se arman realmente debates muy agresivos y hay formas un poco salvajes con los que diferentes grupos tratan de defender sus intereses. Pero una sociedad siempre va a tener conflictos fuertes, luchas e intereses contradictorios. Y creo que la política tiene poder de trasnformación, más lenta o rápidamente, para bien o para mal. Siempre voy a creer en la política, aunque es preferible para ciertos intereses que seamos indeferentes o "apolíticos".
Algo que noté también es el deseo de participar y de movilizarse de mucha gente, incluyendo muchísimos jóvenes. Creo que muchos nos empezamos a dar cuenta que nosotros somos responsables de nuestro presente y futuro como nación. Y que si queremos vivir mejor, tenemos que empezar a pensar mejor la gran pregunta del siglo XXI: cómo construir naciones prósperas, pero socialmente inclusivas y tolerantes de las diferencias. Y realmente eso fue lo que se reflejó en los festejos: un país más abierto, multicultural, reflexivo, amante del arte y de la música. Por eso me emocioné tanto, porque creo que si seguimos exigiendo más a la clase gobernante y militando desde nuestra cotidianidad para mejorar nuestros valores, podemos constrir un país mejor.

domingo, 30 de mayo de 2010

Un sueño argentino


Doscientos años de pensarnos como pueblo. Dos siglos de sueños y promesas incumplidas, bonanzas y crisis, luces y sombras. Los festejos fueron un reflejo perfecto de un pueblo que disfruta de su cultura, se acuerda de su historia y valora al aporte de sus provincias y su vecindario sudamericano. Un pueblo seguramente mucho más grande y noble que su clase dirigente. Un país soñado por sacrificados burgueses idealistas, construido por egoístas y pretenciosas elites eurocéntricas, y también por la fuerza de los movimientos populares que de la mano del anarquismo, el socialismo, el radicalismo y el peronismo lograron torcer décadas de injusticias y explotaciones.
Hay muchos motivos para festejar. Nos caímos dramáticamente decenas de veces, mandamos a morir en guerras o expulsamos a tierras lejanas a miles de jóvenes, desaparecimos sueños y vidas. Pero de esas dolorosas experiencias surgió un pueblo mayoritariamente democrático, solidario y que valora las cosas simples de la vida. Gente que está cada vez más conciente de que la solución para nuestros problemas comunes tiene que venir de nosotros mismos.
El Bicentenario me demostró que hay motivos para creer que tenemos un futuro de mayor prosperidad, inclusión social y tolerancia mutua, el mismo futuro que veo para nuestros pueblos hermanos latinoamericanos. Los millones de personas en la calle y la calidad de los espectáculos artísticos demostraron lo mejor de nuestra cultura. Somos un pueblo diverso y contradictorio, pero que estamos empezando a mirar más hacia nuestro rico interior, aprendiendo a valorarnos más y a saber dar las gracias. Gracias Argentina, por todo lo que representás para mí.

domingo, 9 de mayo de 2010

POR QUÉ SE NECESITAN MENOS PREJUICIOS Y MÁS DERECHOS, Y EL ROL DEL ESTADO EN TODO ESTO

Yo creo en un Estado que intervenga para crear una sociedad con menos prejuicios, para que en algún momento aquéllos que son atacados y denigrados por no corresponder a una idea de "normalidad" dejen de serlo. O sea, hablo de los que desde el sentido común llamamos los putos, los gordos, los pobres, los feos, los travas, las tortas, los indios, los negros, los discapacitados, y demás miembros de una larga lista. Es importante que las personas con responsabilidad o gran capacidad de influencia en un grupo social como la clase dirigente, la comunidad educativa, los medios de comunicación o los médicos, entre otros, empiecen a tener en cuenta las diferencias que hay entre las personas, y las diversas dimensiones de la realidad que existen en una sociedad.
La idea de “normalidad” que puede confundirse con un dato estadístico o una idea de mayoría, ha sido apropiada por un discurso con una fuerte carga ideológica, y que es funcional a los factores de poder para mantener un “status quo”. Como se dice generalmente, la historia la escriben los ganadores, y ellos han logrado imponer derechos y obligaciones de acuerdo a sus criterios etnocéntricos, de superioridad racial y de género en las bases fundacionales de los estados-naciones. Y muchos prejuicios quedaron fosilizados en los diferentes códigos civiles, leyes y ordenanzas.
El estado es una construcción social, un invento de los hombres para crear un cierto orden, ejercer poder, da un marco regulatorio coherente y práctico a las actividades que se generan en los grupos sociales. Y cómo es un invento, y no algo natural, me parece correcto reclamar a los representantes que manejan la cosa pública que se den derechos a quienes no los tienen. Que el Estado recobre su acción trasnformadora y llegue hasta donde ahora no llega, o llega deficitariamente. Que se iguale para arriba y se le de dignidad e igualdad ante la ley a quien siempre estuvo sometido o con sus oportunidades o libertades restringidas.
Por eso estoy de acuerdo con una ley de matrimonio homosexual para igualar derechos a los diversos tipos de familia. O con una ley de obesidad para que puedan recibir tratamiento todos los que sufren esta enfermedad. O con una ley que combata la trata de blancas. O con una ley de medios que permita oir y analizar más voces, no sólo las rentables de acuerdo a la lógica del mercado o a las monopólicas. Estoy a favor de que el Estado subsidie a las familias de menores recursos con una transferencia de dinero directa para garantizar la educación y la atención sanitaria de millones de niños. Leyes para urbanizar los asentamientos y villas e instalar agua potable, cloacas y calles donde no hay. Todas estas leyes me parecen que avanzan en la dirección de apostar por el futuro, poniendo derechos donde no los hay.
En definitiva, es una cuestión de traer dignidad a todos a los que les ha sido denegada por años, e incluso por generaciones. Para que donde haya prejuicios, marginación y denigración, surjan sujetos plenos de derechos, con capacidad para desarrollarse dignamente como personas. No es pretender suprimir las diferencias, o el discurso vació de "está mal discriminar". Es reconocer lo diferente, admitirlo y celebrarlo. Pero que esa diferencia no signifique ser menos ante la ley y ante los demás. Creo que todos nos merecemos esto, por más lejos de la “normalidad” el discurso dominante nos quiera considerar.

lunes, 29 de marzo de 2010

La ciudad de las dictaduras


Si por dictadura entiendo no sólo un gobierno de facto totalitario, sino también el predomonio de un mandato social que rige y fuerza las elecciones de un gran número de individuos, entonces veo en Los Angeles un conjunto de obligaciones y "deber ser" que silenciosamente dominan la cultura de la zona conocida como West LA, abarcando distritos como la hippona Venice Beach, la "trendy" Santa Monica o la exclusiva Malibu.

La dictadura de la bella figura:
La próxima vez que algún turista me diga que en Buenos Aires existe una fuerte presión por "fare bella figura", le voy a contestar "Se ve que nunca estuviste en Los Angeles". El clima casi perfecto, pocas lluvias y 26-27 grados casi todos los dias, se ve que permite que muchas gente pueda ir a la playa casi como una rutina, y aprovechar los senderos para andar en bici, rollers, skate, correr, o zambullirse en las gélidas aguas del Pacífico para darse un chapuzón o surfear las olas. El resultado: un porcentaje de cuerpos esculturales muy superior al promedio, que parecen sacados de publicidades o programas de televisió. O será que parte de esos cuerpos bien trabajados pertenecen a miles de aspirantes a actores, actrices y modelos esperando su salto a la fama, y mientras se hallan desempleados o de casting en casting aprovechan para pasar su tiempo libre en las playas públicas???

La dictadura de la comida orgánica:
Si hay algo "cool" en el oeste de Los Angeles, es preocuparse por la salud, y en particular por los alimentos que uno consume. La comida chatarra es vista con horror, y proliferan los cafés orgánicos, restaurants vegetarianos y supermercados de comida saludable y de origen orgánico. Lo que nadie me pudo explicar es qué diferencia hay entre un café o una lechuguita orgánica, y la que cualquiera de nosotros puede conseguir en el mercado central de Buenos Aires o en el café de la esquina. Me da la sensación que puede tratarse de un truco publicitario para cobrar un simple cafecito o una ensalada un 100% más caro, apelando a las conciencias culposas de cierta clase acomodada progre.

La dictadura de la conciencia ambiental:
Vi algún que otro BMW, poquitos Mercedes, pero si hay auto que predomina en las calles, especialmente en los barrios más ricos, es el Toyota Prius, un orgulloso auto híbrido que funciona en parte con energía eléctrica y permite ahorrar hasta un 50% de consumo de combustible. Los Angelinos tienen bien presente que hay que ahorrar nafta y reducir las emisiones de humo contaminante. Sin embargo, parece que nadie hizo bien la cuenta. En una ciudad con un transporte público bastante reducido y distancias gigantes, el mejor ahorro sería seguir extendiendo el subte y fomentar que la gente ande menos en auto, híbridos o no. Todavía andar en subte no logra seducir a la gente que se autodenomina amigable con el medio ambiente.

La dictadura de la diversidad:
California siempre ha sido un imán para diferentes grupos de nacionalidades, religiones e incluso de inmigrantes de otros estados norteamericanos, atraídos por su clima mediterráneo y las oportunidades económicas. Lo que muchos no pudieron ver es que las oportunidades económicas eran para los dueños del los negocios y las granjas; ellos sólo iban a ser mano de obra temporal y nómade, obligados a irse apenas terminada la cosecha o terminado el contrato de trabajo. Incluso, el gobierno se encargaba de sistematizar un sistema discriminatorio que permitía la deportación de extranjeros y sus hijos, y la confiscación de sus bienes y propiedades. En el país de las libertades políticas y económicas, los japoneses y sus hijos y nietos japoneses-americanos fueron robados de todo lo que poseían y enviados por años a campos de concentración y de asimilacion patriota durante la década del 1940. (Dato que nunca me hubiera enterado, si mi amiga no me hubiese llevado al museo de la comunidad japonesa en el downtown).
La culpa blanca por tanta historia de segregación y de protestas basadas en cuestiones raciales, de las que LA se volvio ícono durante varias décadas, se traduce hoy en día en frases durante cenas entre amigos como "en mi cuadra hay una familia árabe, una familia latina y una familia negra, y nosotros somos judíos, me encanta la diversidad en mi barrio". "Me encanta tener una mucama guatemalteca que le enseñe español a mis hijos". La diversidad se transformó de repente en un elemento que puede subir el valor de tu propiedad en ciertos barrios, y el nivel educativo de los niños (si es que esos barrios y esos niños son blancos, para empezar).

La dictadura de los "open-minded" (conocidos tambien como partidarios del partido Demócrata):
En casi cada cuadra cerca de la playa se ven las famosas clínicas de marihuana medicinal, donde los jovenes o no tanto consiguen su carnet con foto incorporada que les permite comprarla para fines médicos, gracias a diagnósticos tan graves como stress, fatiga o insomnio. Las familias que defienden una mayor intervención del estado en la economía, ni locos mandarían a sus hijos a las escuelas estatales, porque prefieren que vayan a escuelas privadas (y carísimas) donde la educación religiosa es enseñar que Obama es el Mesías, y donde puedan aprender las ideas sociales de mayor distribución del ingreso, una salud y educación pública mejores, y un consumismo anticonsumo.

La dictadura del consumo:
A veces me siento tentado a gritar "Viva el Capitalismo", viendo tantas ofertas gracias a los deprimidos bolsillos estadounidenses, y a los aún más deprimidos salarios de los trabajadores casi esclavos del sudeste asiático, que permiten traer tantas baratijas de bajo costo.Todo es un elemento para ser consumido: incluso los valores. Ser idealista, ambientalista y preocupado por la vida sana, te hace miembro de un nicho de mercado al cual apuntan cientos de empresas que consiguen suculentas ganancias vendiendote productos anti-sistema.

La dictadura de las palmeras:
La dictadura del clima perfecto hace que las palmeras crezcan por todos lados, y refuerzan mis ideas locas de que Los Angeles en realidad no existe. Todo es un gigantesco estudio de cine, con miles de escenografias y actores haciendo sus partes y recitando sus líneas. Una especia de Truman Show llevado al extremo.

Pero qué película fascinante están logrando acá!