domingo, 7 de marzo de 2010

SOBRE PRIMEROS Y TERCEROS MUNDOS

Hasta el año pasado quería inmigrar a España en un corto plazo, por lo que empecé el trámite de la doble ciudadanía. Parte de ese deseo, era haberme dado cuenta que Argentina, o la mayoría de los países latinoamericanos, no van a llegar a alcanzar el nivel de desarrollo actual de los países centrales en las próximas decadas.
Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, me voy dando cuenta que no me interesa formar parte de una sociedad "desarrollada" en los términos que eso significa en el año 2010.
En mi opinión, ese bienestar material y social está sustentado en un sistema injusto de competencia global salvaje, ambientalmente destructiva y cada vez menos humana: las corporaciones acaparan cada vez mas en nombre de la eficiencia y la rentabilidad. Pero fuerzan a la baja los salarios reales de las clases trabajadoras en estos mismos países. Me toca en carne propia, cuando acá en EEUU donde trabajo actualmente a veces me hacen volver a mi casa despues de trabajar menos de 2 horas, por haber pocos clientes. Y el contrato decía que iba a trabajar 8 horas diarias. Y estoy hablando de una corporación MULTIMILLONARIA, privándome de cobrar lo prometido por ellos mismos.
A su vez, la otra pata es el endeudamiento creciente, que cubre baches y patea las resoluciones estructurales para adelante. Evidentemente estos países están gastando hace décadas más de lo que producen y recaudan, o sea su estilo de vida no está ajustado a la realidad, y esos beneficios sociales de los estados de bienestar seguramente van a ser recortados.
Es lindo trabajar acá, una experiencia enriquecedora, y disfruto del orden, la limpieza, la comida rápida, las ofertas en los shopping y la sensación de seguridad. Pero a veces me siento en una burbuja vacía, como que el "American Dream" no termina de cerrar.
En la Argentina del 2010, la realidad no se puede tapar, aunque Cristina y el Indec se esfuercen. Pero la burbuja mayor ya explotó, el estilo de vida de la clase media 1950-1989 estuvo financiado por déficits fiscales que terminaban en hiperinflaciones o endeudamiento público gigante. La otra mini burbuja de los 90s nos terminó de hundir.
Pero la realidad en casi todo el mundo es bastante dura para la mayoría. Ese puñado de países ricos son la excepción en la experiencia humana. No se puede ser FELIZ fuera de esas sociedades? Sí o sí todas las naciones tienen que seguir esa senda de "desarrollo" tal cual?
En unos meses regreso a Argentina. Pero con algo bien claro: yo soy joven, y tengo que hacer mi parte. Y me puedo sentir DIGNO como persona donde sea. Si mi cabeza cambia, el mundo (mi mundo) ya cambió también. Y creo que con eso me basta.

martes, 2 de marzo de 2010

LATINOAMERICAS



Pertenezco a una generación que, a medida que entramos a la vida adulta, vimos que en la mayoría de nuestros países se comenzó a quebrar la tendencia de movilidad social descendente de las últimas décadas. Es mucho más probable que hoy un porcentaje mayor de latinoamericanos logren vivir mejor que sus padres en el transcurso de sus vidas, ayudados por la recuperación global de los precios de nuestras exportaciones, la consolidación de nuestras democracias (con altibajos, claro) y el crecimiento generalizado en la producción de bienes y servicios que crearon nuevas fuentes de trabajo. Fuimos testigos del boom turístico que sigue aumentando, atraídos por nuestras culturas cálidas y "exóticas", nuestros paisajes que dejan la boca abierta y las favorables tasas de cambio. Con un sentido de orgullo renovado coincidimos con los viajeros: América Latina realmente sí es única, y por sobre todo hermosa.
Este crecimiento económico y social impactó de manera diferente en cada uno de nuestros estados: algunos profundizaron su apuesta hacia el modelo de libre mercado estable a cualquier precio importado de los países centrales, otros se volcaron hacia un proteccionismo mayor para favorecer el mercado interno, y otros plantearon modelos eclécticos de rasgos algo autoritarios y estatistas.
Estas diferencias entre gobiernos, las podemos hallar también en el interior de nuestras sociedades, que al ritmo de la mejora en los ingresos de millones de familias pobres, también se incrementaron el patrimonio y la capacidad de consumo de los sectores mas favorecidos de la pirámide, profundizando la desigualdad. Quizás por eso los niveles de violencia no parecen bajar, y se congelan como en una foto, el crímen organizado, el narcotráfico, la compra y venta mafiosa de cosas robadas o el tráfico de mujeres. O la corrupción, especialmente enquistada en varias de las fuerzas que debieran proteger y prevenir el delito, o mismo en las dirigencias que nos representan, que en muchos casos se quedan con un pedazo de esa torta.
Yo quiero un subcontinente que pueda garantizarnos una mejor calidad de vida para todos sus habitantes, y que respete nuestros estilos de vida particulares, con comunidades aborígenes que aun resisten, con una disitinta actitud hacia el trabajo, hacia los afectos y hacia el medio ambiente, originadas seguramente en esta fascinante mezcla de culturas que lleva mucho más que 500 años. Quiero un continente con respeto mutuo: hoy en día aún es común que un argentino se ofenda si lo confunden con un chileno, un chileno si es con un peruano, a un peruano con un boliviano. Creo que a los bolivianos les tocó la peor parte en este revival del sistema de castas heredado de los españoles. Como si tener menos desarrollo material, o ser de un tono de piel más oscuro, equivale a ser literalmente una paria sin valor ni nada que dar al mundo.
No es un continente donde me pueda imaginar una vida tranquila y monótona, sino llena de cambios y sobresaltos, donde siempre hay que estar alerta, porque las cosas pueden cambiar de un día para otro, y nadie puede regalarte nada, y donde no se le permite a casi nadie vivir en una burbuja. La realidad siempre la tenemos ante nuestros ojos, y casi siempre es dura. Todo se consigue con un tremendo esfuerzo, luchando por cada uno de nuestros logros. Luchar, remar, darle para adelante, usando nuestra inteligencia y buscando una red sólida de contactos. No hay otra receta para conseguir lo que queremos, no importa el lugar donde estemos.
Y por eso soy optimista. Porque nuestro atraso relativo, nos permite elegir un camino distinto y no copiar al pie de la letra los modelos extranjeros supuestamente exitosos. Soy optimista, porque sobre luchas sabemos, y estamos acostumbrados: la mayor parte de la gente que conozco (o sus padres) se la pasaron remando contra la corriente. Pero ahora yo puedo ver los frutos de tanto esfuerzo. Y decido que quiero estar y disfrutar ser del lugar donde nacieron y murieron muchos de mis antepasados, o el lugar que mi abuela y mis bisabuelos eligieron para tener una vida mejor. Estoy contento de saber que no se equivocaron, que yo les doy la razón.
Hay muchas Latinoaméricas, cada uno vive una experiencia distinta en base a su historia familiar y sus motivaciones individuales. Para mí, es la parte del mundo donde quiero desarrollar mi vida y mis proyectos, porque no me imagino viejo en ningún otro lugar.

Sobre la lucha típica de tantas familias en distintos países latinoamericanos, pongo este link de una escena de la obra "Made in Lanús", en este caso como parte de la película "Made in Argentina". Pero me imagino que puede pasar en cualquier barrio de México, Colombia, Uruguay, Brasil, etc.

http://www.youtube.com/watch?v=o8bSjOcXsiE

lunes, 8 de febrero de 2010

MIS AÑOS NOVENTA

Pasó otra década, los 2000. Y se me ocurrió hacer una recapitulación de la década anteúltima: los igualmente amados y odiados noventa.
Viví todos esos años en un barrio emblématico del Gran Buenos Aires. Tan emblemático, que hasta inspiró una obra de teatro que narra el drama de familias de origen trabajador marcadas por las recurrentes crisis económicas, el nacionalismo demagógico y el exilio político.
Los economistas y sociólogos dicen que las reformas neoliberales provocaron la fractura de una sociedad tradicionalmente igualitaria o “clasemediera”, aunque siempre tendré la duda de cuánto verdadero bienestar había en el país en los 50, 60 o 70. Si tal vez no es un caso de exaltación del pasado en el inconciente colectivo, producto de la continua inestabilidad de nuestros presentes.
Algunos le dicen a la década del 90 los años de la pizza con champán, En mi casa, era “Pepsi y papitas fritas Pringles“, que comprábamos con mis hermanas en un hipermercado Jumbo del conurbano, con locales de ropa imposiblemente grandes para un suburbio tan alejado de los centros de consumo. Me crié en una de las familias “ganadoras” del proceso, los que nos fuimos para arriba. Intercambiamos vacaciones en San Bernardo, con Miami, San Martín de los Andes con Disneyworld. Fui a una escuela privada. Me corrijo, un “colegio” privado que quería imitar a esas instituciones bilingues de inspiración británica del corredor “bien” de la zona Sur, que va desde Banfield hasta Adrogué. Así, atrayendo a familias con iguales aspiraciones, que querían que sus hijos fueran como esos chicos que hablaban inglés, jugaban al rugby o al hockey y se veían lindos y exitosos, en lo posible rubiecitos. A lo largo de la década mis compañeros pasaron de pseudo rugbiers a cuasi-rolingas, copiando el estilo de los rockeritos que reflejaban la decadencia del modelo “Argentina Primer Mundo”. Mientras tanto, sus padres habían cambiado sus Renault o Peugeot por llamativas 4x4.
De 1990 a 1999 vi a mi papá pasar de un teléfono gigante, gris y aparatoso, a un moderno y práctico “sin manos” para el auto. Así como cambiar a mi mamá, por una novia más joven y energética, aunque con personalidad igualmente independiente, seguramente para él insoportable. Mi vieja mientras tanto, le costó pasar de ser una señora vivaz, acomodada y multifacética a una bajoneada “divorciada”: estigma para cualquier mujer llegando a los cuarenta.
Aprendí a hacer zapping y a jugar al Nintendo, por lo que descubrí que tenía una excelente excusa para seguir retraído y encerrado en mi casa durante mi tímida pre-adolescencia. Mucho más, cuando pusimos cable y además del Sim City y el Super Mario, tenía por lo menos 65 nuevas razones para no salir ni a comprar al kiosko. Cuando se me vino la etapa sociable no me perdía un sábado en La Casona, lugar de nacimiento de muchas vedetongas contemporáneas de cabellos platinados.
Tengo familiares que nunca pudieron consiguir un trabajo decente en esos años. Es el año 2010 y todavía lo siguen buscando. Sus hijos ahora están yendo a la universidad pública y gratuita , seguramente con un esfuerzo que no voy a llegar a entender. Por suerte Menem no alcanzó a privatizarlo todo. No pudo vender el futuro de todos los chicos de papás crónicamente desempleados o mal pagados, que se animan a desafiar las estadísticas para buscar una vida mejor.

viernes, 5 de febrero de 2010

NUEVE COSAS QUE UNO APRENDE EN LOS WORK AND TRAVEL

1. Vivir en un pueblo chico (la imagen idealizada de una villa de montaña escuchando música tirolesa al mejor estilo "La novicia rebelde", mejor la veo en postales o durante un fin de semana largo)
2. Trabajar en un restaurant o ponerme un establecimiento mínimamente ligado al mundo gastronómico
3. Trabajar por un período muy largo en otro país (irónico que hasta solo hace unos meses mi sueño era lograr una carrera exitosa en cualquier lugar del extranjero)
4. Tener fascinación ciega por la gente de Brasil (excepto excepciones muy obvias y evidentes)
5. Vivir otra vez 3 inviernos seguidos (Invierno - Otoño - Invierno - Primavera - Invierno). Perdoname, verano!
6. Creer que la eficiencia y la competitividad conducen derechito al desarrollo económico y social
7. Sentirme una máquina autómata y robótica acumuladora de dinero
8. Si algún día tengo plata, no pensar que la gente está a mi disposición para "servirme" como a un déspota ilustrado de derecho divino (dedicado a todos los "nouvou riches" ordinarios y maleducados)
9. Si se corta la luz por mas de 14 hs, decir “Solo en Argentina pasan estas cosas!” (con el agravante de que sin electricidad, no hay calefacción; o lo que es igual a decir: pasar la noche de navidad con 18 bajo cero durmiendo con dos remeras, sweater y 2 camperas!)

Lo bueno es que con estas experiencias, como dice la canción, “pongo el mundo al revés”, y se me derrumban mitos a cada momento. Mientras tanto, me sigo inventando nuevos mitos, idealizaciones exageradas, forzadas por la lejanía. Y esa noche helada, tiritando de frío en la cama, bien a lo Cacho Castaña pensaba: Argentina, como vos ninguna.

martes, 26 de enero de 2010

UNA REINA A LA DISTANCIA


En este caso no me refiero a la distancia física que me separa momentáneamente del país, sino lo que quizá dentro de varios años, cuando recuerde el período de Cristina Fernandez de Kirchner, me pueda llegar a acordar de ella y de su gobierno.
Sin duda la voy a recordar como un personaje político de lo más interesante de la porción de historia nacional que me tocó vivir. La primera impresión la tuve cuando en su campaña, los fervientes militantes de la juventud K le gritaban “se siente, se siente, Cristina Presidente”. Súbitamente, con un dramatismo y seriedad de hielo se la escuchó interrumpir “TA. Presiden-TA ACOSTUMBRENSE TODOS”. “Uff” pensé, intuyendo que su estilo horrorizaría a esos sectores que quieren ver la humildad y el recato en sus líderes de los que son deprivados en el trato cotidiano. Desde sus primeros discursos, encontré fascinante su forma de hablar, de tratar de quedar como inteligente y locuaz, aunque mucha veces en sus maratónicos y enredados mensajes uno no alcanzaba a descifrar del todo el concepto de lo que quería decir, pero siempre se la veía esforzadamente impecable y canchera, aunque dijera cualquier barbaridad.
Ver notas de CQC a la presidenta me daban verguenza ajena: me daba un poco de pudor ver a una señora de casi 60 años jugando a seducir a muchachos con la mitad de su edad, y mucho más en television nacional, y encima siendo la presidenta de la república. Su relación con la prensa fue contradictoria, como casi todo en la gestión kirchnerista, seducir a unos con fondos públicos, atacar a enemigos con leyes antimonopólicas.
Seguro voy a recordar que le importó un comino lo que pensaba la “gente” o la opinión pública, por lo menos a partir del conflicto del campo. Con mas del 70% del país en contra logró sacar medidas impensadas, y que ningún otro presidente se hubiera animado a proponer en tal adversa situación: nacionalización de las AFJP, ley de medios, nacionalización de Aerolíneas, subsidio a los hijos de desempleados y empeados en negro. Muchas de esas medidas contaban con un consenso social amplio apenas terminada la crisis 2001(incluso entre muchos de los que votaron en contra), y sin embargo, con su marido no se animaron a plantearlas cuando más de dos tercios de los argentinos veían al patagónico como el salvador y vengador de la patria. Parece que a ella se le mandó hacer el trabajo “sucio”. Como leí una vez estudiando sociología, la clase media se va para la izquierda sólo en momentos de fractura económica y social profunda, una vez restablecido cierto orden, vuelve en su mayoría a la comodidad del status quo y es cada vez mas reticente a los cambios drásticos. Agravado si esos cambios vienen por decretos de necesidad y urgencia, sin pasar antes por el Congreso, aunque sean el único atizbo no muy prolijo o constitucional, de liderazgo. Sin importarle quedar como una zorra autoritaria y déspota, pareciendo inclujso disfrutar de ser cada vez más odiada.
Voy a darme cuenta, que era inútil pedirle calidad insitucional, buenos modales, consenso y honestidad a un matrimonio de astutos y ambiciosos abogados que aumentaron su fortuna exponencialmente desde su mudanza a Santa Cruz al final de la década de los 70. Y para los cuales se nota que el poder político no se concibe sin un poder económico que lo respalde: empresarios amigos, nacionalizaciones forzadas, cambios en las reglas de juego, manipulación de la información oficial. Para peor, en medio de un sistema político atomizado y frágil signado por un elevado nivel de conflictividad, incluso en términos latinoamericanos actuales. Porque a pesar de todo, los K estaban solos. Siempre lo estuvieron, y por eso exacerbaron su política de confrontación y alianza con sectores controversiales.
Seguro en el futuro me quedaré con la duda de si su compromiso con los juicios a los represores de la dictadura militar era solo una estrategia “marketinera” para venderse como progres y diferenciarse así del neoliberal régimen menemista. O si su vocación latinoamericanista, fue mas por descarte que por verdadero compromiso, al ser Argentina vista como insignificante para los países centrales.
Pero hay algo que no voy a poder negar de ella: que excavando en las brechas de un país dividido y metiendo siempre el dedo en la llaga, despertó un sentimiento de toma de conciencia en gran parte de la población. La polarización ”campo-gobierno”, “peronismo-anitperonismo”, ”zurdo-facho” se hizó más fuerte que nunca, obligándonos a tomar posiciones y a pensar por enésima vez en qué tipo de país queremos vivir. Tal vez los gobiernos que la sucedieron, lograron también tomar posiciones coherentes, aprovecharon lo mucho o poco positivo de sus medidas, y comenzaron a proyectar un plan a largo plazo de una nación con mayor calidad en el desarrollo económico y social, con mayor educación, libertad y justicia.
Capaz ése va a ser el legado que más voy a valorar de los años 2008-2011.
A la distancia, va a ser la historia la que juzgue y la realidad la que de el veredicto si valió la pena tener a principios del siglo 21 una reina sin corona.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Lo tropical me sienta bien


Llegar a una de las grandes ciudades brasileras fue una sensación bastante surrealista. Como si la ciudad se me viniera encima con sus edificios de dimensiones gigantescas y las montañas alrededor llenas de casas compitiendo para llegar a la cima con la abundante y verdísima mata atlántica. Tampoco ayudó a apaliar ese clima abrumador el intenso calor, el tráfico de la ciudad y esa manara de hablar particularmente fuerte de la gente alegre y hospitalitaria de la región.
Pasaron los dias, y a pesar de la lluvia que se negó a abandonarme por toda la semana, descubrí una ciudad de calles y avenidas arboladas. Diseñada desde su fundación con un planta de damero y diagonales, se entremezclan moles de cemento con elegantes mansiones eclécticas del 1900, de arquitectos que imaginaban una Europa tropical. El ritmo de vida frenético está muy alejado de la visión romántica de un bucólico paraíso en los trópicos. Como dicen allá, en Belo Horizonte no hay mar, pero sí bar. Así que más que nada me dediqué a recorrer el centro histórico, disfrutar la increíble comida y el buen ambiente de sus bares y restaurantes, donde familias, parejas o amigos pasan horas charlando y comiendo unas picaditas.
Antes de irme, recorrí un pueblo colonial excelentemente conservado, desde donde en la época colonial se extraían toneladas de metales preciosos para mandar directamente a Portugal. Los ciudadanos más ricos construían iglesias fastuosas y extravagantemente barrocas en los lugares altos, como símbolo de su influencia y poder.
Descubrí que lo tropical me sienta bien. Y mucho mejor con una excelente compañía. Con un poquito de esfuerzo hasta podría aceptar una propuesta de vivir en ese país en un futuro. Pero en el fondo todavía sigo acostumbrado a climas más templados. La buena noticia, parece que el período de deshielo de un largo invierno antártico terminó: creo que soy tan impredecible como las consecuencias del cambio climatico global.

Cuestion de Elecciones


¿Vieron cuando llega el momento en que se dan cuenta que de haber podido elegir, no habrían elegido nacer en ninguna otra ciudad, ni hubieran elegido otra familia, ni amigos diferentes?
Es un lindo momento, digo.